Como venezolana viviendo fuera de Venezuela, a menudo me encuentro diciendo la frase “Soy venezolana, pero llevo años viviendo aquí.” Frecuentemente, en respuesta me preguntan “¿Cómo está la situación en Venezuela?” A pesar de mi conocimiento sobre lo que está pasando en mi país, mi perspectiva como estudiante de psicología y escritora para la revista digital de salud mental “Inspire the Mind” me ha llevado a darme cuenta de que hay una brecha significativa en mi comprensión y la de los demás.
La salud mental de Venezuela llega a primer nivel de atención. Sin embargo, es algo que a menudo queda eclipsado por las noticias y titulares. Las discusiones que yo suelo escuchar giran en torno de los aspectos económicos y políticos. Mientras que el estado de salud mental, y el impacto psicológico en individuos y comunidades está menos explorado, aunque sea muy importante. Esto no sólo se refleja en mis conversaciones, sino también en la información que está disponible en línea. Al buscar “Venezuela” en la web, te encuentras con una larga lista de artículos, videos y noticias, centrados en un análisis de la crisis con respecto a los aspectos económicos o políticos. Lo que no es tan fácil de encontrar es información detallada sobre otro aspecto, el estado de salud mental.
Para los que no saben, desde la muerte de Hugo Chávez en el 2013, Venezuela se ha atravesado con una compleja crisis bajo el liderazgo de su sucesor Nicolas Maduro. Su elección como presidente, fue marcada por críticas de irregularidades electorales y desencadenó un periodo de represión y deterioro institucional que causó la negación de la democracia. La reducción de ayuda extranjera y la persistencia de políticas de gasto obsoletas han contribuido gravemente al déficit económico que provocó una escasez de dinero, comida, medicamentos y otras necesidades básicas. Como resultado, 4 millones de venezolanos necesitan ayuda humanitaria urgente, y más de 7.7 millones de personas han huido con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida en otro país.
El deterioro de la salud mental está directamente relacionado con el deterioro de las condiciones de vida causado por la crisis humanitaria. La falta de esperanza, agravada por la pandemia de Covid-19, ha generado un incremento en los problemas de salud mental, especialmente entre aquellos que no pueden acceder a necesidades y servicios básicos. Los que pueden, se apoyan de familiares que viven afuera del país para mitigar la situación. Por ejemplo, en casa yo recuerdo escuchar conversaciones sobre maneras de enviar productos esenciales a familiares que aún viven en Venezuela. Sin embargo, para quienes no tienen esta opción, la situación es aún más difícil. La Federación de Psicólogos de Venezuela y la Sociedad Venezolana de Psiquiatría han informado que, durante la pandemia, los motivos principales de consulta se asocian con la depresión, ansiedad, los ataques de pánico, el estrés crónico, entre muchos más, los cuales van aumentando. Sin tratamiento adecuado, los que sufren de estas condiciones están en riesgo de suicidio, reflejado en el aumento preocupante de las tasas de suicidio entre 2018 y 2022, según Gustavo Páez del Observatorio Venezolano de Violencia. Algo que le añade otra capa de complejidad es la falta de transparencia al compartir información sobre la situación. Por ejemplo, el último informe sobre el número de suicidios fue publicado en el 2014, y muchas de las estadísticas disponibles pueden sufrir de subregistro. La falta de estadísticas actualizadas y fiables dificulta la comprensión precisa de la gravedad del problema.
La crisis económica, política y humanitaria no solo impacta directamente en el bienestar psicológico de la población, sino que también dificulta el acceso a tratamientos adecuados, lo que continúa agravando la crisis en este ámbito de la salud. Según la doctora Antor, muchas personas en Venezuela actualmente tienen que decidir qué parte de la terapia pueden pagar, porque su sueldo no alcanza para comprar todo lo que está incluido en el tratamiento. Igualmente, si cuentan con el dinero necesario, se enfrentan con otros problemas. Por ejemplo, en 2019, ABC News escribió un artículo destacando la situación que se vive dentro del hospital psiquiátrico de Caracas, donde solo quedan 36 pacientes; camas oxidadas, cucarachas y otros insectos, basura por todas partes y falta de médicos y medicamentos. Según Wadarlberto Rodríguez, presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, la disponibilidad de medicamentos como opción para tratar problemas psiquiátricos, como la depresión, ha disminuido un 70%. Antes, los psiquiatras venezolanos contaban con 20 tipos de antidepresivos. Ahora solo queda uno, el cual no está disponible regularmente e, incluso si lo está, las cantidades no son suficientes para administrarlos a los que tal vez se beneficiarían de ellos. Esta situación hace que muchas personas que pudiesen vivir vidas productivas y controladas, en términos de su salud mental, sufran gravemente.
Es evidente que la crisis de salud mental en Venezuela es un ciclo perpetuo directamente influenciado por la situación del país. Con nuevas elecciones a la vista, el país está concentrado en ellas una vez más, con ojos de incertidumbre ante lo que puede ser un rayo de luz hacia una vida más estable o la continuación de una situación llena de retos y dificultades.
Al terminar de escribir el artículo, me encontré reflexionando sobre la situación en Venezuela. Aunque yo sea orgullosa de ser venezolana, no puedo evitar sentirme un poco desconcertada por lo que está sucediendo en mi país. Al compartir este sentimiento con mi madre, ella me ofreció una perspectiva valiosa y diferente: “El venezolano es muy luchador y resiliente. Se ayudan unos a otros y se acompañan en las dificultades. Su carácter alegre y bochinchero a veces son las únicas herramientas con las que cuentan para mitigar la crisis.” Estas palabras me hicieron reflexionar sobre la importancia de no solo enfocarse en los aspectos negativos que han llevado al país a esta situación, sino también compartir la fortaleza que los venezolanos llevan consigo cada día, eso es lo que causa que yo sea orgullosa de ser venezolana.